Día “27 de abril de 1810”, esa es la fecha estampada en la cabecera de la partitura.
El título no era del todo legible, decía algo así como “Para …sa “, era para alguien no identificada con claridad, cuyo nombre finalizaba con las letras “sa”. Ese es el dilema ¿para quién iba dedicada esa insuperable obra musical?
El músico era algo mayor que las señoritas que sacudían sus emociones, de rostro serio, con fama de gruñón, cabello desordenado y que comenzaba a experimentar signos de sordera. Sólo alguien muy apasionado puede escribir música tan maravillosa. Sólo cuando el corazón es quién habla es posible lograr una expresión estética que genere tanto impacto en las emociones de los espectadores que la escuchan.
Ser desafortunado en el amor no significa no haberlo encontrado. Es más, una trilogía de veces le tocó conocer el amor, disfrutarlo a distancia y, finalmente, no poderlo consumar. Son estigmas que acompañan a algunas personas, éste es uno de esos casos.
Testimonios históricos confirman la profundidad y sinceridad de sus afectos, de otro modo no se explican expresiones tales como las que dejó registradas en sus cartas.
Fecha: “6 de julio, por la mañana. Ángel mío, mi todo, mi yo. … ¿Puede nuestro amor vivir de otra cosa que de sacrificios y renunciaciones? ¿Puedes tú conseguir que yo sea todo tuyo y tú toda mía? ¡Ay, Dios mío! Vuelve tus ojos a la naturaleza y tranquiliza tu corazón acerca del porvenir; el amor todo lo exige, porque a todo tiene derecho. Así me ocurre a mí contigo y a ti conmigo, … , si estuviéramos verdaderamente unidos, ese dolor sería tan leve para ti como para mí. “
Fecha: “6 de julio, por la tarde. Tú sufres, tú, el ser que yo más quiero. … Tú sufres … ¡Ah! Aquí, donde yo estoy ahora, tú estás conmigo, conmigo y contigo. Yo haré que me sea posible vivir contigo. … Por mucho que tú me quieras, todavía yo te quiero más. Nada mío te oculto. … ¡Ay, Dios mío! ¡Tan cerca! ¡Tan lejos! … No hay mansión celeste comparable con nuestro amor, sólido como el firmamento.”
Fecha: “7 de julio, al amanecer. Estando aún en la cama, mis pensamientos se dirigen a ti, mi inmortal bien amada. … No puedo vivir sino contigo, o no vivir. Sí; he decidido irme, errante, lejos, hasta que pueda volar a tus brazos, verme siempre en mi casa a tu lado, y elevar mi alma, llena de ti, hasta el reino de los espíritus. – ¡Oh, sí, es preciso! – Tú tendrás ánimo, tanto más cuanto que conoces mi fidelidad a ti; jamás otra podrá poseer mi corazón, jamás, jamás. ¡Oh, Dios! ¿Por qué será preciso alejarse de lo que tanto se ama? … A mi edad, me convendría una vida más regular, más uniforme. Más, ¿puede ser compatible con nuestras relaciones? … ¡Cuánto te deseo, cuánto lloro por ti, por ti, por ti, vida mía, mi todo! ¡Adiós! Sigue queriéndome. …”.
Pasan los días, y, ya más tranquilo le dice epistolarmente a su amigo Wegeler:
“… Por ahí me deben de tener por un misántropo, y no hay tal cosa. Este cambio del que te hablo es debido a una muchacha hechicera, adorable, que me ama y a quien amo. Al cabo de dos años gozo, al fin, de unos momentos felices, y por primera vez en mi vida, creo que el matrimonio puede hacerlo a uno dichoso. Lo peor es que yo no soy de la misma clase que ella, por lo cual no es probable que por ahora podamos casarnos. Antes habré de luchar mucho. “.
Las frases anteriores son trozos de cartas escritas por nuestro creador en el año 1806, desdichado en el amor y sordo por enfermedad. Iban dirigidas a Teresa de Brunsvick, quien era depositaria de sus afectos. Ella era hija de una familia con la que se relacionó mucho en los inicios de su carrera. Ludwig Van Beethoven nunca consolidó una relación amorosa firme y definitiva a lo largo de su vida, más allá de que estuvo tres veces perdidamente enamorado. Éste, el enamoramiento de Teresa de Brunsvick, es el episodio intermedio. Casi diez años antes, su corazón fue esclavo de Giulietta de Guicciardi, pariente de la familia Brunsvick, pero que no finalizó como era el deseo del músico, la señorita se casó con un noble y él sufrió mucho. El elemento que desencadenó violentamente la separación de la pareja fue la dedicatoria que él le hizo de la Sonata “Claro de Luna”.
Pero ¿qué significa la fecha con que comenzó este relato? Día “27 de abril de 1810”, esa es la fecha que está estampada en la partitura original del tema mundialmente conocido como “Para Elisa”.
¿Para “Elisa”? En el año 1865, en el documento original, el nombre está borroneado y el musicólogo Ludwig Nohl, dejó documentado que la obra iba dedicada a Elisabeth Röckel, persona con quien el pianista mantenía una buena relación de amistad.
Pero, hay quienes prefieren apoyar otra historia, la historia de una niña de apenas doce años, discípula de Beethoven, quién, en su primer concierto público, quedó “paralizada” ante la presión del auditorio, los nervios superaron sus posibilidades y la niña se retiró llorando del teatro. Fue entonces cuando Beethoven, para consolarla, le promete regalarle una obra personal para ella. La “leyenda urbana” cuenta que se la entregó al día siguiente y que iba dirigida a “Teresa”. Ese era el nombre de la niña.
Existe otra posibilidad más creíble, pero que no cambiaría el resultado del nombre Teresa. Es conocido el perdido amor que profesó Beethoven por la señorita Teresa Malfatti, doncella sumamente joven, tanto que la edad del padre de ella rondaba la edad del propio músico. Inclusive llegó a pedirla en matrimonio, pero, como era de esperar, no se la concedieron. En aquella época, un músico no era un buen partido para ninguna joven de familia adinerada, como era el caso.
Pero, aquí no acaba el cuento, todavía existe una relación un poco más compleja relacionada también a Teresa de Brunsvick, ella y su hermana Julieta, ambas estaban enamoradas de Beethoven, tampoco allí logró concretar nada definitivo. Era grande la diferencia de edades y el nivel social al que pertenecían. Lo único que los acercaba eran los sentimientos y la música. La que parece le correspondía verdaderamente era Teresa, quien, una vez que asumió que nunca iban a poder estar juntos se dedicó a trabajos de ayuda social, falleciendo de muy larga edad.
Los amores de Ludwig Van Beethoven fueron siempre esquivos, nunca se lograron consolidar, máxime cuando la sordera comenzó a ocupar un lugar central en su vida. No podía concebir que alguien dedicado totalmente a la música, tuviera que enfrentar un padecimiento de esa naturaleza.
No haber consolidado el amor no significa no haber estado enamorado. El amor lo experimentó profundamente, de las lágrimas de su corazón se nutrió su obra creadora, al grado de que su música fue elegida para representar a la humanidad en el viaje interestelar de la sonda espacial Voyager. La creación de Beethoven anda viajando por el universo ¡literalmente! Sus amores, viajan con ella.
REFERENCIAS:
Escuchar el tema escrito por Beethoven:
LoLa & Hauser – Für Elise
«Für Elise» Performed by Lang Lang
Muchos de los temas tratados en esta historia son de conocimiento público, y otros han sido tomados del libro de Andre de Hevesy que lleva como título «Vida Íntima de Beethoven», es una edición de Ediciones Anaconda que incluye el Epistolario de Beethoveen y las Anécdotas de su vida. Ese libro forma parte de mi biblioteca personal, lo compré en la famosa «Feria de Tristán Narvaja», lo trato como un incunable, fue impreso antes de que yo naciera, en junio de 1945, finalizando la 2ª Guerra Mundial, en la ciudad de Buenos Aires, lo compré en Montevideo.
Un comentario en “AMOR ENSORDECEDOR”
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