LA MUERTE

     El vecindario está convulsionado, encontraron muerto a Fermín, el zapatero del barrio.

     Hace días que se sentía mal, empezó con mucha tos y un poco de fiebre. De a poco se complicó su estado de salud, dicen sus familiares que no podía tragar y que no poder ir al taller lo tenía de muy mal humor. Los trabajos los estaban realizando sus sobrinos, pero estaba preocupado por no poder atender él directamente a sus clientes. Fue un hombre de trabajo toda su vida, nunca pudo estar quieto, solo lo tiraba abajo alguna enfermedad, como ahora, pero ésta fue diferente, la edad no es la misma. Los años pasan … ¡y quedan! Fermín ya no era el mismo, con el pasar del tiempo se había ido debilitando de a poco, nada en especial, simplemente: se había vuelto viejo.

     Como corresponde, Sara y Matías fueron al velatorio de sus restos. Saludaron a la familia y estuvieron un rato frente al féretro. El estado de ánimo general era de tranquilidad. El sepelio está fijado para horas de la tarde, se comprometieron a volver para acompañar los restos a su última morada.

     De regreso en su casa, Matías reflexiona sobre lo que acaban de presenciar. Concluye que la tranquilidad con que la familia había reaccionado ante el fallecimiento de Fermín, ocurre cuando se dan situaciones naturales, como ésta. Las personas envejecen y mueren. Más allá de las diferentes circunstancias de cada caso, las similitudes también siempre están presentes. Recuerda la frase que acostumbraba decir un tío viejo que conoció: “para morirse, nada más hay que estar vivo”. Parece una frase tonta, pero es verdadera y nadie puede dejar de comprobarla por sí mismo, una vez en la vida se comprueba personalmente. Cuando hay fallecimientos como éstos, lamentables, pero por todos esperados (la ancianidad y sus consecuencias se ven venir de a poco), da lugar a este tipo de reflexiones, sabias, pero que parecen tontas. La situación, que no deja de ser normal, no da lugar a grandes manifestaciones de dolor, quejas o lamentaciones. Se nace para morir. El problema no es morir, es cómo se llega a eso. El cómo y el cuándo determinan si la brecha entre nacer y morir es de dolor o victoria. Si es algo que se asume como natural, se tomará con “sabiduría”, al decir de los viejos. Este es el caso de la muerte de Fermín, se fue, pero se veía venir, le llegó la hora, el desgaste natural hizo que las energías lo abandonaran. Lamentable, muy lamentable, pero natural.

     En la tarde acompañan el cortejo al cementerio local. Silencio, hay mucho silencio, lo produce el respeto por la vida de Fermín y por estar enfrentados ante la inefable muerte. Los rostros están serios, pero no expresan sufrimiento. Si se quisiera extraer un denominador común del estado de ánimo general, se podría decir simplemente que se ven muchas caras lívidas, pero poco doloridas.

     Lo de siempre, cajón, sepultura, algunas lágrimas, algunas flores, los saludos y las expresiones de pésame hacia los familiares. Algunos se quedan unos instantes junto a la tumba, reflexivos. De a poco se disuelve el grupo, encaminándose a la salida del cementerio.

     Matías y Sara caminan tomados de la mano, en silencio. A lo lejos ven venir un grupo de personas, también silenciosos. Caminan lentamente en sentido contrario, el grupo va a la zona de enterramientos. Es un grupo pequeño, pero hay algo especial que concentra la atención del matrimonio. Extrañamente, no ven a nadie llevando el cajón mortuorio. Normalmente los cortejos van encabezados por personas sujetando un cajón, en este caso no lo distinguen ¿será por la distancia?

     A medida que se acercan, notan sus rostros, están desfigurados, enormes ojeras caen bajo párpados secos de tanto llanto. El color de sus rostros es amarillento, sin brillo y sus gestos distan totalmente de cualquier rictus de sonrisa. Las cabelleras, están totalmente desordenadas. Cada tanto se escuchan sollozos y leves gemidos. Particularmente, una mujer joven parece no estar en buenas condiciones, un hombre viejo la sostiene de uno de los brazos, ayudándola a mantenerse en pie, en tanto, una mujer anciana le habla desde el otro costado.

     ―¡No, No, No! … ¡No puede ser que haya ocurrido esto! … ¡No, No, Nooo! ― va exclamando la joven mujer.

     Este cortejo es diferente al de Fermín, una nube de dolor lo cubre.

     A Matías se le hace un nudo en la garganta, se le entrecorta el aliento. Desde lejos veían a un hombre encabezando al grupo, ahora lo ven claramente, es un hombre joven, sollozante ¡lleva un pequeño cajón blanco en los brazos!

     La naturaleza no previó que los hijos se pierdan en el camino, los que se pierden en el camino son los padres.

Autor: Harry

Escritor / Entusiasta Informatico / Proyectos / Luthier / ... Ja Ja !!! Olvidaba algo importante: "Pescador" ... Resumen: "Creativo" !!!!!!!

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